El Hombre Pez,
su historia.
Su proeza atravesando el océano del norte al sur de España, si no fue verdad mereció serlo. Hoy su mayor hazaña es haber atravesado los siglos en la memoria de los hombres. Verdad o leyenda, Liérganes le honra aquí y patrocina su inmortalidad.
En la foto se ve la escultura situada a lado del Puente Mayor de Liérganes, esta representa la leyenda del Hombre Pez.
La Leyenda
Aunque la leyenda se llame del Hombre pez de Liérganes, es la historia de un chaval como cualquiera de los que hoy encontramos por el pueblo. Nació en octubre de 1658 y fue el tercero de cuatro hermanos. Su madre, María del Casar, enviudó al poco de parir a su último hijo, y podemos imaginar las penurias de aquella mujer para sacar adelante a la familia.
Francisco, pelirrojo como dos de sus hermanos, era conocido en la comarca por pasarse la vida metido en el río Miera haciendo lo que mejor sabía hacer y más le gustaba: nadar, bucear y pescar.
A los 14 la madre le envió a Bilbao a aprender el oficio de carpintero, y allí estuvo dos años hasta que, la noche de San Juan de 1674, fue con los amigos a saltar hogueras y nadar en la ría. Le vieron alejarse aguas abajo, y al rato salieron todos menos él. Sin preocuparse demasiado –allí estaba su ropa–, lo esperaron, pero pasaron las horas y llegó el amanecer. Al cabo de los días mandaron recado a María refiriendo lo ocurrido y dando a su hijo por muerto.
Cinco años más tarde, a más de mil kilómetros, en la bahía de Cádiz, unos pescadores avistaron lo que les pareció un hombre nadando, y cuando se acercaban para rescatarlo, se sumergíareapareciendo lo suficientemente lejos para no dejarse atrapar. Lo intentaron durante varios días sin conseguirlo hasta que, entre varias barcas en cerco, y echando mendrugos de pan, lo pescaron con sus redes.
Era un mozo de pelo ralo y rojo. No hablaba. Una vez en la playa, suponiendo que fuera extranjero,le preguntaron en varias lenguas quien era, pero ni parecía entender ni soltó palabra y, asustados, los pescadores lo llevaron al convento de San Francisco.
Allí los frailes lo acogieron, y por su pelo rojo y comportamiento ausente, creyeron que estaba poseído. Cuenta la leyenda que le hicieron un exorcismo, y a los pocos días habló y dijo:“Liérganes”. Nadie en el convento supo qué era aquel palabro.
El suceso corrió por Cádiz como la pólvora, llegando a oídos del obispo que era natural de Isla, a 6 leguas de Liérganes. Picado por la curiosidad, decidió indagar sobre el asunto, y pidió a su amigoDiego de Rubalcaba, secretario general de la Inquisición, oriundo de Liérganes, que preguntara en el pueblo si había pasado algo “que se diera la mano” con lo ocurrido de Cádiz.
La respuesta no se hizo esperar: 5 años atrás el hijo pelirrojo de María del Casar había desaparecido en la ría de Bilbao, y desde entonces le daban por muerto. La posibilidad de que el mozo pescado en Cádiz pudiera ser Francisco de la Vega, por increíble que fuera, no podía descartarse, y sólo había una forma de saberlo: traer al chico.
Un fraile se ofreció a acompañarle y durante el largo viaje ideó cómo poner a prueba al muchacho: poco antes de llegar al pueblo le haría bajar del carromato, y si era capaz de terminar el camino solo, querría decir que conocía bien el lugar. Llegado ese momento, en el sitio de La Dehesa,Francisco de la Vega bajó del carromato y caminó sin dudar hasta la casa de su madre que le recibió, incrédula, junto a su hermano Tomás.
En ese preciso instante nació la leyenda: el milagroso regreso de Francisco de la Vega, convertido en el Hombre pez de Liérganes con pintorescos ingredientes añadidos por la fantasía popular comoescamas en su cuerpo, se viralizó de boca en boca.
Francisco vivió en Liérganes unos 10 años más, mostrando un comportamiento ausente y solitario: dicen que deambulaba malvestido o desnudo por el pueblo, se mostraba desganado y apenas decía tres palabras: pan, vino y tabaco. Del niño alegre y vivaracho que recordaban sus vecinos no quedaba nada… Nunca sabremos qué le ocurrió durante el tiempo que estuvo perdido. Pero era de fiar y un “buen mandado”, perfecto para confiarle recados que hacer aquí y allá. Cuenta la leyenda que a menudo le encargaban llevar mensajes a Santander para el dueño de las Fábrica de Cañones. Entonces llegaba hasta Pedreña para coger la gabarra y, si no llegaba a tiempo, se lanzaba al mar y atravesaba nadando la bahía para cumplir su misión. Y en una de esas travesías a nado, desapareció de nuevo, esta vez para siempre.
Cuando llegaron al monte que llaman dela Dehesa, a un cuarto de legua del pueblo, el religioso mandó al joven que se adelantase hasta él. Así lo hizo su silencioso acompañante, que se dirigió directamente hasta Liérganes, sin errar una sola vez en el camino; ya en el lugar, se encaminó sin dudar hacia la casa de María de Casar. Esta, en cuanto le vio, le reconoció como su hijo Francisco, al igual que sus hermanos que se hallaban en la casa.
Ya en casa de su madre, Francisco vivió tranquilo sin mostrar ningún interés por nada. Siempre iba descalzo, y si no le daban ropa no se vestía y andaba desnudo con absoluta indiferencia. No hablaba; sólo de vez en cuando pronunciaba las palabras «tabaco», «pan» y «vino», pero sin relación directa con el deseo de fumar o comer. Cuando comía lo hacía con avidez, para luego pasarse cuatro o cinco días sin probar bocado. Era dócil y servicial; si se le mandaba algún recado lo cumplía con puntualidad, pero jamás mostraba entusiasmo por nada. Por todo ello se le tuvo por loco hasta que un buen día, al cabo de nueve años, desapareció de nuevo en el mar sin que se supiera nunca más de él.