Un viaje en el tiempo a través de 20 edificios singulares de Liérganes. (500 años de arquitectura a nuestro alcance)
Explorar Liérganes nos permite disfrutar de un excelente conjunto de edificios barrocos y neoclásicos; casonas montañesas y palacios indianos; iglesias, capillas, ermitas, puentes y molinos que se alternan; integrando con naturalidad estilos y épocas.
Con sus pequeños secretos, éstos edificios nos cuentan el desarrollo y evolución de Liérganes. Un relato colectivo de un municipio que, poco a poco, fue convirtiéndose en el principal centro socioeconómico de la comarca.
ARQUITECTURA DEL RENACIMIENTO
Los testimonios más antiguos que encontramos en Liérganes son del siglo XVI. La sobria torre gótica de aspecto feudal ha sido abandonada en favor de la arquitectura renacentista.
Se construyen palacios que todavía evocan a las torres medievales por tener gruesos muros, escasas ventanas y un hastial escalonado que recuerda a las almenas.
El renacimiento supone una transición entre el gótico y el barroco, y muestra rasgos estilísticos comunes: la simetría y la proporción de los edificios, así como la labra de molduras decorativas en las pilastras. Con frecuencia las construcciones del periodo que se pueden encontrar en Liérganes han sufrido sucesivas reformas posteriores; de tal manera que sus portadas originales, con arco de medio punto, aparecen actualmente en el interior de soportales que forman nuevos cuerpos añadidos a la fachada original.
ARQUITECTURA CLASICISTA
La segunda mitad del siglo XVI y los comienzos del XVII suponen la introducción del clasicismo en la arquitectura del Miera. Varias son las causas para su desarrollo. Por un lado, los personajes notables de la comarca que alcanzan relevancia pública en Madrid y que, desde allí, encargan la construcción de residencias en sus pueblos de origen. Por el otro, es consecuencia de la actividad de artistas y artesanos cántabros –sobre todo los apreciados canteros trasmeranos- que aprenden los secretos del nuevo estilo en las numerosas obras que se realizan por toda la península ibérica. Finalmente está la influencia de las órdenes religiosas que buscan la severidad de rasgos frente al ornamento y la exhuberancia plateresca.
La construcción del Escorial por el arquitecto cántabro Juan de Herrera, marcó un hito que derivó en el estilo clasicista que se ve reflejado en algunos palacios de Liérganes con características comúnes: sobrios; austeros; con poderosos muros y escasos vanos decorados por pilastras. En sus portaladas y fachadas se incorporan escudos y blasones que evidencian un afán de notoriedad y promoción personal de las clases hidalgas. Una manera de demostrar su poder, antigüedad y valía (a veces real, otras oportunamente exagerada).
ARQUITECTURA BARROCA
En la primera mitad del siglo XVIII, el nuevo marco social y el regreso de los primeros indianos trajeron consigo la necesidad de una arquitectura menos austera y más pomposa. El objetivo era demostrar públicamente el éxito personal y el poderío social alcanzado.
Poco a poco se empieza a introducir en Liérganes el estilo barroco. Los edificios abandonan la austeridad clasicista, y se adornan con suntuosas columnas salomónicas cubiertas con decoraciones vegetales. prominentes aleros, frontones muy resaltados y recargados escudos nobiliarios.
ARQUITECTURA INDIANA Y CIUDAD BALNEARIA
A partir del siglo XVIII y fundamentalmente durante el XIX, los indianos que emigraron a América vuelven enriquecidos, y engrosan el patrimonio constructivo con nuevas tipologías de vivienda. Sus luminosas casas, con grandes miradores acristalados, y especies de árboles y plantas exóticas en sus jardines, van ocupando espacio en los diferentes barrios de Liérganes; simbolizando el éxito perdurable de quienes arriesgaron y volvieron prósperos a su aldea.
Con la apertura, en 1862, del Balneario para la explotación de las aguas de la Fuente Santa, Liérganes se irá convirtiendo en una auténtica “ciudad balnearia”. Al calor del floreciente negocio, se construyen hoteles, el teatro, el ferrocarril y numerosos chalets de veraneo. La burguesía, con sus modos y costumbres de ocio, empiezan a dar un aire de distinción y modernidad al municipio.